domingo, 24 de marzo de 2013

Toda idealización es una mala forma de distancia

Fragmento del discurso inaugural que dio Hebe Uhart, en la ciudad de Santa Fe, con motivo del Filba Nacional 2013.


A mí un escritor que ha puesto un buen nombre al personaje me da buena espina, es que ha atendido al personaje, se ha tomado un trabajo y además el nombre le marca un rumbo. Y eso es lo que necesita un escritor: Aprender a atender, a  mirar y a escuchar, porque el trabajo del escritor no está en el acto de escribir, sino en toda una tarea previa de tener entrenada la mirada, el oído y la atención, para llegar finalmente a un determinado producto. Para eso debo tener sentido del detalle. Flannery O’ Connor dice “Una gran parte de los escritores jóvenes obvian los detalles y las particularidades ya sea porque son demasiado vagos (con la acepción corriente nuestra de vago) o presumidos  como para entrar en minucias”. Es por eso que el principiante no se detiene en colocar un nombre adecuado al personaje, se considera por encima de esa tarea, cree que está para cosas mayores, como mostrar sus ideas, o mostrar que linda manito que tengo yo para escribir. Entonces cae en la idealización del personaje, como la del canoero que siempre canoa. Es también el caso de los abuelos que quieren escribir la historia del los abuelos para contarles a los nietos, según una idea abstracta de cómo debe ser un abuelo o cómo me gustaría que fuera. Y toda idealización es una mala forma de distancia. Si digo que fue un ciudadano probo, correcto, buen padre, es insuficiente, pero si añado que en sus ratos libres jugaba con los trencitos, ya tengo algo mejor. Si digo que la abuela era linda, prudente y servicial, es poco, pero si añado que tenía la costumbre de rascarse sin parar, añado algo. Desde la tragedia griega, todo cuento empieza con un pero (Prometeo, Ayax, Antígona). Chejov, en su libro “Cuaderno de notas” dedica casi la mitad de las mismas  a contar algo con un pero. Ejemplos: “Cuanto resquemor nos causa la sola idea de robar el dinero de nuestro padre, pero tomarlo de la caja… eso es perfectamente posible”. Otro: “Ella es malvada, pero enseña a sus hijos a hacer el bien”.  Otro: “ Lo he amado y no se lo perdono”. Otro: “ Muy pronto rematarán la propiedad, la pobreza de cada rincón salta a los ojos, pero los lacayos siguen vestidos como bufones”.

Flannery O’ Connor dice: “Los cuentos  escritos por principiantes suelen estar preñados de emoción, pero de quién es esa emoción, no se sabe” En realidad si se sabe, es la emoción  del autor, pero es una emoción cruda, no elaborada  propia del principiante  que ve el mundo como le gustaría que fuera o como cree que deba ser éste. Hay, cuando nos ponemos a escribir, un montón de elementos del para texto, o circundantes al proceso, que todos tenemos pero que no hay porqué escribir, porque son una intromisión en la historia. Por ejemplo, sentimientos de melancolía por la propia infancia. Y además la abstracción simplificadora de la palabra “infancia” que me impide atender a lo concreto. Una cosa son los cinco, otra los siete, etc. Despejar un hecho o situación que voy a describir y colocarlo fuera de consideraciones de mi vibración epidérmica  o de mi yo inmediato, me lleva a atender  a lo contado, a los personajes,  de lo contrario voy a poner emociones mías al personaje. Pero para atender hay que aprender ¿A qué? A esperar, básicamente a soportarse a uno mismo, a no impacientarse, a no querer terminar pronto, a no decir masí, y poner una palabra por otra cuando no estoy del todo convencido de que sea la adecuada . A propósito de esto, Simone Weil dice: “Una dificultad es un sol”. Cuando el escritor se cansa del personaje, dice: "Ma si, me tiene harto”. "Ma si, yo lo mato”. ( O lo jubilo, o lo divorcio o lo hago ir a Europa). Esta intromisión arbitraria del escritor es porque no se aguanta a sí mismo en relación a su texto.

Leer el discurso completo.

sábado, 16 de marzo de 2013

"Habrase Visto"

El 21 de MARZO de 2013 el colectivo GILLES DE RAI vuelve a la carga con el 5to CABARET LITERARIO que han bautizado con el nombre de "HABRASE VISTO". A las 21hs en el espai RAI ART (C/Carders 12) los esperan con la cena preparada y las velitas encendidas. Nosotros también andaremos por allí  leyendo algunas cosillas. Nos vemos!

Invitacion HABRASE VISTO from GILLES DE RAI on Vimeo.

viernes, 15 de marzo de 2013

El libro de los sueños


Un fragmento del prólogo escrito por Fogwill a “La gran ventana de los sueños”, libro todavía inédito que recopila sus sueños.



Claro que vivo. Pero esto es provisorio. Permanente es lo que no vivo. Se dice: “Ay... ¡Si uno pudiera..!” Pero no. No pudiera, uno. Y aunque se pudriese conjugando como es debido, uno jamás podría. Y si alguien sí, nos duele. O huele mal. Siempre duelen o huelen mal los poderes del otro. ¿Y el poder de uno? Envíen a alguien ya mismo a buscarlo y verán que poder es más o menos fácil: se puede lo posible. Lo difícil es poder poder, poder hasta que se pueda poder lo que no se puede. Mas no se da. Y si se da cuando uno llega hasta el punto de acariciarlo, justo es ahí cuando o donde no se lo permiten. No se le permiten. Lo, le, la, me, te: permutaciones del permiso del otro que nunca se llega a conseguir. ¡Y algunos creen que el español ha suprimido las declinaciones! Rosa, rosae , rosarum , rosastre , la, le, lí, lo, a él. Formas del roce entre uno y la palabra. Y entre uno y otro: el infinito divisible. El resto es silencio. Mmmmmmm de mudo. La mutación del alma, más buena letra y a otra cosa. Por ejemplo, al relato. Había una vez que yo soñé algo y lo olvidé. Ese sueño y sus no imágenes me siguen hasta hoy, cuando han pasado casi treinta y nueve años. A eso se llama vivir, o haber vivido, pendiente de un olvido. Es natural ahora, cuando el olvido roe las neuronas, pero aún recuerdo que aquella vez, hace casi cuarenta años, soñé y olvidé y desde entonces pienso que el grueso de la memoria se compone de cosas negras hechas de puro olvido. La memoria está llena de olvido, llena de olvido, vacía de sí, llena de olvido, casi hecha de puro olvido. Uno mismo termina hecho de puro olvido. La idea era recordar los sueños. Durante un tiempo me propuse recordar los sueños, es decir, olvidar el menor número posible de sueños. Joven, pronto imaginé que bastaba tomarlos en serio y recordarlos al despertar y evocarlos un par de veces rato después de despertar, para fijarlos en la memoria. Por un tiempo. Parece que el sueño sucede en un espacio (¿será la mente, la conciencia, el interior..?) al que vendrían a caer los sueños siguientes para desplazarlos a otro lado. La nada oscura. A veces pienso –y es como un sueño ese pensar–, que si realmente uno tomase con toda seriedad el propósito de recordar los sueños y se aplicase a ello y se esforzase, podría llegar a recordarlos a todos. Es decir, recordaría incluso a los que fueron olvidados. Al menos su nombre, “sueño del pato que habla”, “sueño del zapatito de la bailarina”, etc. Pero venimos hechos de una materia incapaz de esforzarse mucho y muy poco propensa a tomarse alguna cosa con seriedad. Por eso, si uno quisiera recordar los sueños, podría anotarlos al despertar y ejercitarse en aprender a despertar en el momento justo de haberlos soñado: abrir esa ventana. Alguien se estará preguntando porque este relato de una muestra de cosas soñadas se llama “la gran ventana de los sueños”. Ahora yo también me pregunto porque razón elegí ese título. Es cierto que me gustó usar la palabra “ventana” y después de elegirla veo que alude a una ventana rara, que no se abre a ninguna parte.

Es decir, se abre al sueño: pura imagen y tiempo que no suceden en lugar alguno. Y que ahora, malamente, se reproducen sobre papel como simulando una obra. Y tal vez sean una obra. Obra del sueño u obra del dueño, siempre será más original que cualquier intento de ficción. Cualquiera –y a mí me ha sucedido– puede volver a escribir o a reescribir la obra de otro, pero nadie podrá resoñar tus sueños ni soñar los suyos con tu propio estilo de soñar, o de escuchar tus sueños.

Fogwill

viernes, 1 de marzo de 2013

Cinismo (Sergio Bizzio)


Muhabid Jasan es un tipo “interesante”. Su esposa Érika es una mujer “con inquietudes”. Tienen un hijo, Álvaro (15 años, pálido y alto), que representa a una categoría es­pecial: el sensible espontáneo. La gente con inquietudes y la gente interesante puede mezclarse y confundirse; el sen­sible espontáneo es algo único, recortado. Tiene rasgos del tipo con inquietudes, pero nunca resulta interesante. Lo suyo más bien es repugnar. En un extremo está el ge­nio, aquél capaz de convertirse en una industria de produ­cir historia personal, y en algunos casos obra. El sensible espontáneo está en el extremo opuesto.

Álvaro era capaz de hacerte caer desde lo alto de un puente por alzar un brazo hacia la puesta de sol. Mente siempre dispuesta, curiosidad indiscriminada, lágrima fácil, estas son algunas de las características positivas del sensible espontáneo. Las negativas son mucho peores todavía: tor­peza, espíritu poético, carácter de mercurio, hiperadaptable, y algún que otro rapto de impostación maldita. El sensible espontáneo está siempre lleno de buenas intenciones.

El cuento completo acá.